domingo, 4 de agosto de 2013

Busco un libro: Los zapatos del campesino

Gala

Siendo costumbre mía, permanecía en la biblioteca ordenando los textos y clasificándolos constantemente, y en lo posible renovar libros viejos por unos más nuevos con el mismo contenido, puesto que a los autores, no les gustaba encontrar libros en malas condiciones y yo era la responsable de mantener esta biblioteca en un estado impecable.

Hace varios días no he sabido de Isis, de Anna, de Césare y de Riley, aunque muchas veces a esta última la encuentro en el cuarto de los espejos, pero ella siempre desaparecía misteriosamente y sin dejar rastro alguno. Curiosamente siendo, por decirlo de una u otra forma, la guardiana de esta biblioteca, nunca me he tomado un tiempo como para poder leer alguno de los libros que estaban dentro, curiosamente sé donde estan todos ubicados en sus respectivas secciones, pero jamás he abierto uno de aquellos libros, pero hoy he decidido al menos leer una historia corta obviamente dejando el libro en su respectivo lugar después de ello.

Dejé mi escritorio y decidí explorar la biblioteca, no como la guardiana, sino como una visitante, y encuentro un libro muy delgado, llamado "Los zapatos del campesino" Me pareció muy raro el nombre, pero obviamente no podía juzgar un libro por su portada, por lo cual decidí abrirlo y empezar a leer.

Los zapatos del campesino


Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con un profesor, a quien los alumnos consideraban su amigo debido a su bondad para quienes seguían sus instrucciones. Mientras caminaban, vieron en el camino un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo de al lado y que estaba por terminar sus labores diarias. El alumno dijo al profesor: "Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando lo encuentre".



Mi querido amigo - le dijo el profesor - nunca tenemos que divertirnos a expensas de los pobres. Tú eres rico y puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre. 

Eso hizo y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre pobre, terminó sus tareas, y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y su abrigo. Al ponerse el abrigo deslizó el pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado. 

Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar. Luego miró a su alrededor, para todos lados, pero no se veía a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda. 

Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa enferma y sin ayuda y de sus hijos que no tenían pan y que debido a una mano desconocida no morirían de hambre. El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas. Ahora, dijo el profesor ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma?

El joven respondió: "Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: es mejor dar que recibir" 

Cerré el libro y aprendí una gran lección, siempre es mejor dar que recibir y nunca hay que burlarnos de gente más humilde que nosotros.

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